lunes, 30 de mayo de 2016

Sálvalo, mamita




Hace poco me enteré que existe un CD llamado Jazzuela, que recorre la cartografía de Rayuela a través de los pasajes musicales que Julio Cortázar fue dejando en el libro, como pistas cifradas.

Hace mucho que en mi cabeza suena esta frase: Sálvalo, mamita. Después me acordé de esta poesía del Cortázar que escribió, hace unos años atrás en Salvo el crepúsculo, donde ya no sentía vergüenza de su poesía para nada (o al menos si la sentía pudo animarse, por el bien nuestro, a publicarlas). Ya no las escondió como en su primer libro de poesía que fue publicado con un seudónimo y prontamente retirado de las librerías. Creo que un Cortázar ya maduro, avesado en cuestiones literarias, después de haber luchado por lo que consideró justas causas, se sintió en su derecho de - por fin - mostrarnos estas poesías donde, de cuando en cuando, nos da el leve descanso de la prosa.

Frente a la crítica que le hace un amigo por mezclar poesía con prosa, Cortázar responde que poesía y prosa se potencian recíprocamente y que lecturas alternadas no las agreden ni derogan. Se queja además de esa "seriedad que pretende situar la poesía en un pedestal privilegiado, y por culpa de la cual la mayoría de los lectores contemporáneos se alejan más y más de la poesía en verso, sin rechazar en cambio la que les llega en novelas y cuentos y canciones y películas y teatro...".

Höderlin dijo alguna vez que el ser humano habita poéticamente la Tierra. Ni siquiera hace falta leer poesía. Porque la misma persona que dice que no lee poesía (no la entiende, no le gusta), es la misma persona que se conmueve con una mínima operación estética como una conversación placentera entre dos, con las montañas del norte, con una sensación de dolor (ajeno o propio).

Creo que percibir la vida poéticamente es también ir guardando. Dicen que en épocas difíciles debe uno llevarse algo al fuerte, para después salir con más fuerza. Salvar algo, es un movimiento de supervivencia. Y guardar para uno, es una urgencia estética que nos libra del hambre, de los dolores, de algunos días. La poesía es (para muchos, para mi) un aliento de existencia que reinvindica la vida por sí misma. No le impone más condiciones que la de ser lo que es. Quizás por eso a Cortázar no le importó ya que le dijeran lo horribles que eran sus poesías. Él las siguió guardando.

Y un día, las juntó para publicarlas.
Quiero decir, las salvó.