Me senté al borde de la
cama, envuelta en una toalla, chorreando agua del pelo y de los ojos y mojando
las sábanas recién cambiadas.
- ¿José? Yo no te quiero.
- Ya sé.
- No, no sabés. Vos
tampoco me querés. Estamos juntos porque hay que estar con alguien. ¿Entendés?
Nosotros estamos juntos para no sentir los sábados a la noche que caminamos por
la cornisa. Para no ver un plato y una taza en el lavaplatos, para no setir las
pantuflas frías, para no despertarnos los domingos al mediodía y ver los bordes
retorcidos de pizza de la noche anterior, para no sentir envidia de esas
familias que llevan bolsos, felices, para pasar el día en el club. Estamos
juntos para no preguntar cuánto es el mínimo de helado que traen a domicilio,
para no revolver todas las bandejas d milanesas en el supermercado hatsa
encontrar la más chica, para no tener que ir solos a todos lados y soportar la
mirada ajena. (...)
José se río.
- De ser amantes ni
hablar, ¿no? - me preguntó, un poco en broma, un poco en serio.
- Ni de ser amantes, ni de
ir a un casamiento, ni de cenar un sábado a la noche, ni de meterte en mis
pantuflas. No quiero calentar un costado de la cama, una silla en un casamiento
o un par de zapatos.
- ¿Por qué lo tenés que
hacer tan complicado todo, lentejita?
- Porque yo quiero alguien
que se muera por mí. Alguien que no quiera estar con otra persona. Alguien que
me mejore y que sea mejor porque está conmigo. Eso quiero. O eso quise siempre.
Y no quiero conformarme más. Si no es así, prefiero quedarme sin nada.
- Nada, entonces - dijo
mientras se levantaba, para vestirse, un poco ofuscado.
- Nada.
Fragmento del libro
(originalmente blog) “Ciega a Citas” de Carolina Aguirre.
Nota: La palabra en la
versión original se reemplazó por “ser amantes”.
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