miércoles, 20 de marzo de 2013

El día que Nietzsche lloró


  "El individuo ha luchado siempre para no ser absorbido por la tribu. Si lo intentas, a menudo estarás solo, y a veces asustado. Pero ningún precio es demasiado alto por el privilegio de ser uno mismo". 

                                                                                                  F. Nietzsche



Hay algo que me sucede con los libros y que no me pasa con las películas. Que no me pasa, de hecho, porque en las películas no existe la necesidad de imaginarse los escenarios: ya están ahí, a la vista. Pero en cambio, pienso en El día que Nietzsche lloró, y me acuerdo (como si los hubiera visto) de Lou Andreas –Salomé. De sus ojos abiertos, inteligentes, ofreciéndole a Breuer su brazo para acompañarlo al hotel, algo totalmente inusual para una dama de su época. Y me parece que vuelvo a estar en el despacho del mismo Breuer, rebasado de libros, sentado en su escritorio con un Sigmund Freud joven, hablando de los resultados de sus primeros experimentos con la hipnosis. Pero sobre todo lo veo a él, uno de los filósofos más grandes de la historia. Nada cínico, pesimista, honesto a más no poder. Un genio.

Esta historia comienza cuando Lou Andreas Salomé visita a Breuer, célebre médico vienés, preocupada por Nietzsche. Breuer tenía sus propios problemas. Enamorado de la mujer a quien trataba a causa de su histeria, Bertha Pappenheim, ya tenía otro tanto. Ahí estaba Freud, para recurrir a él como amigo y confidente.  El problema de Nietzsche consistía en agudas jaquecas que no cesaban, dificultades para dormir, concentrarse, en definitiva vivir. La culpa mueve a Salomé a consultar a Breuer, ya consciente de que Nietzsche era una de las grandes mentes que la humanidad daría al mundo, y sabiendo que el estado calamitoso del filósofo había empeorado después de que ella se negara a casarse con él, además de haber destruido su amistad con Paul Rée. Dado que Nietzsche, viendo la estructura avasallante del poder incluso en las relaciones en apariencia más inocentes, no deseaba someterse a un escrutinio por parte de ningún otro ser humano, Breuer deberá ingeniárselas para acercarse a él. Ya había otras veces consultado por sus dolencias, sin ningún resultado exitoso. Pero ahora, Breuer también necesitaba su ayuda. Con una inteligente astucia consigue que el filósofo confíe en él y le cuente sucesos de su vida… a la par que él iba analizándolos. El día que Nietszche lloró no es solo la historia de muchas grandes mentes en una sola; es también un libro donde podría contarse el germen de los comienzos del psicoanálisis, que toma parte cuando Breuer se pregunta acerca del por qué del síntoma, y trata de llegar a las raíces. Y termina descubriendo no sólo la verdadera cara de sus propios conflictos, sino los miedos, angustias y fantasías de uno de los grandes pensadores de toda la humanidad.






4 comentarios:

  1. anotado a mi lista!

    (y si hay muchas pelis donde te dejan con la idea, para que uno termine en su imaginacion la escena)

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  2. bueno, debo aceptar lo que afirmás entre paréntesis, ya que sos un eximio cinéfilo. Besos!

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  3. Muy de acuerdo contigo en que los libros te permiten imaginarte todo el escenario; los aromas, el clima, las texturas. Además de la apariencia de los personajes, incluso por qué no identificarnos con ellos y vernos en el libro como protagonistas xD

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  4. Totalmente! Eso siempre pasa, lo de identificarnos con los personajes es moneda corriente en cada una de mmis lecturas. Saludos catoncito :)

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