martes, 2 de diciembre de 2014

Momentos estúpidos




Todos tenemos esa ineludible obligación de hablar de cosas interesantes en nuestros blogs. Es como si existiera alguna clase de contrato (superyoico) de ser buenos en nuestros posteos y hablar de cosas que puedan resultar interesantes para nosotros y quienes nos lean.
Hoy voy a escribir acerca de dos cosas para nada interesantes y más bien estúpidas.



Número 1: La película “El diablo metió la mano”



Marín Zariello dice en una entrevista, respondiendo a la pregunta de cuál es su idea de la felicidad absoluta:

Compartir tiempo con mi novia, no trabajar, escribir, leer a Borges, escuchar música con auriculares, discutir sobre Charly García y sus diferentes etapas, tomar Coca-cola en lata, encontrar una librería con libros usados y geniales a un precio irrisorio, bajar discografías enteras de bandas que nunca voy a escuchar, ver una película de terror malísima mientras llueve, encontrar asiento en el colectivo. Algo de eso cada tanto pasa, todo eso junto sería la felicidad absoluta.

Bueno, coincido ampliamente con su idea de felicidad absoluta en un montón de cosas excepto en tomar Coca Cola, que no me gusta (prefiero Sprite). Otro día hablaremos más de Zariello. Ahora hablemos de las películas de terror malísimas.

Realmente se puede perder tiempo – o ganar bienestar – viendo una de estas películas en las que el humor marca la pauta frente a situaciones que se supone tendrían que asustarnos. La idea de Scary Movie ya fue antes desarrollada – sin querer queriendo – por películas como Leprechaun, Candy Stripers, House of Wax (pésima) y mi preferida: Idle Hands.
¿A quién no le gustan las películas con zombies? Y más si nos encontramos con Devon Sawa, tristemente célebre por su papel en Casper, cuando el fantasma se hace humano  y  Jessica Alba, una chica que muchos consideran HOT.
La película se trata de una mano malvada que se libera del cuerpo de Devon Sawa (Anton) y hace de las suyas, lo cual me recuerda mucho a un cuento de Dolina que está en El libro del fantasma, de un dedo suelto que anda metiéndose en las narices de los mendigos y otras cuestiones.


Como no es difícil de suponer, la mano endemoniada mata a sus amigos (a los amigos del dueño de la mano, se entiende), que luego reviven como zombies.
La película puede bajarse de Torrent, y es especial para ver en un día de lluvia, acompañados de su novi@, tomando Coca Cola (o Sprite), mientras piensan en libros de precios irrisorios y al otro día se despiertan y se dan con que no tienen que trabajar, y el colectivo que los lleva a Starbucks a tomar un frapuccino caramel mientras escuchan música de The Lumineers en sus ipads tiene 10 asientos desocupados.


Y ya sé que les dije que eran dos cosas estúpidas las que íbamos a tratar, pero yo todavía trabajo, y ahora me llama mi jefe. 



¡Chan!


lunes, 17 de noviembre de 2014

Dos historias cortas sobre ventanas




1        Ventanas Rotas

Había una vez un científico que hizo un experimento para estudiar las causas que incentivan al crimen y al delito. Dejó un auto medio destrozado en un barrio de vándalos, sin patente y en obvias condiciones de descuido, pero entero. A los días no quedaba nada del auto.
Acto seguido, dejó un segundo auto en un barrio de gente instruida en la Universidad, con una capacidad adquisitiva elevada. No le hicieron nada.
A la semana, cuando el primer auto estaba saqueado y el segundo intacto, el investigador hizo algo que cambió el curso de las acciones: rompió la ventana del auto no violentado. Los resultados fueron los mismos que con el auto número uno: saqueos, destrozos y actos de vandalismo.

Cito:
“…no se trata de pobreza. Es evidentemente algo que tiene que ver con la psicología humana y con las relaciones sociales. Acá viene lo interesante: un vidrio roto en un auto abandonado transmite una idea de deterioro, desinterés, despreocupación, que va rompiendo códigos de convivencia. Es como una sensación de ausencia de ley, de normas, de reglas, algo así como que “vale todo". Cada nuevo ataque que sufre el auto reafirma y multiplica esa idea, hasta que la escalada se vuelve incontenible, desembocando en una violencia irracional”.

A veces pienso que, en el cúmulo de pequeños detalles que conforman un todo, a veces dejamos pasar demasiado tiempo con un vidrio roto, hasta que de pronto vemos que hay una cantidad de cosas sin arreglar… en nosotros mismos. Cada vez que sucede algo y no somos capaces de volver al carril (de arreglar el vidrio roto), se van sucediendo una serie de desperfectos, y cuando nos queremos dar cuenta ya ni nos acordamos a dónde íbamos.

No podemos dejar de cuidar a alguien. Pero tampoco deberíamos dejar de cuidarnos a nosotros mismos. La vida sigue, y es mejor tener el auto en buenas condiciones.



2 Ventanas iluminadas



Había una vez una ventana iluminada a las tres de la mañana. La vio un cronista muy famoso y decidió hacer una nota sobre esas compañías anónimas a horas inciertas. Resultó que yo leí esta crónica justo un tiempo después de que un comentarista anónimo empezó a dejar sus palabras en mi blog. Y me di con una analogía entre esos comentarios que están ahí cuando uno se piensa solo en esta inmensidad de datos que vienen y van, y ni siquiera se entera si a uno lo leen o no. Esos comentarios son esa ventana iluminada a las tres de la mañana. Sabemos que las personas que prenden las luces de las ventanas, y nosotros que pasamos por la calle en ese momento no nos conocemos, pero el sólo hecho de saber que están ahí nos hacen sentir acompañados.


Digo yo:

Hay gente que rompe ventanas. Hay gente que las ilumina. Shakti Gawain dijo que, para provocar que una sombra desaparezca, hay que poner luz en ella.

Gracias por prender una luz, aunque sea a la lejanía, porque hace que me sienta acompañada.
Feliz cumpleaños, Fede.
Keep the Faith.



sábado, 8 de noviembre de 2014

Un regreso que no sorprende a nadie



Extrañé mi casa original y volví. La encontré tal como la había dejado… estuvo bien cuidada mientras no estuve. Y hasta incluso recibió algunas visitas, que por suerte no desordenaron.


Hola de nuevo. Regresé :) 

Vamos por más música, libros y excusas que nos sirvan para seguir escribiendo.





jueves, 26 de junio de 2014

Despedida.



Así, sin anestesia. Hasta debería ser sin palabras, pero, para ser honesta, difícilmente algo mío venga "sin palabras". Así que hoy, mientras estaba en el trabajo leyendo una crónica que me hizo pensar, decidí que hay que saber dar cortes en la vida. Quiero decir, hay que saber decir chau cuando corresponde. Esto no le quita mérito al hecho de haberlo decidido ahora, cuando siento que este espacio no da para más. No obstante, y como dice Cortázar, las cosas siempre duran un poco más de lo que deberían. Probablemente por cobardía, o por cariño, o por las dos.

Me encariñé con este espacio que fue muy mío y muy de los que tuvieron la amabilidad de leerme. Pude, más que nada, comprobar que todo comienza con un fin, aunque al principio no sepamos precisar cuál. Una vez que yo comprobé que no puedo seguir escribiendo en este espacio cuando ya no tengo la misma voz de aquella que escribía, me di cuenta que era hora de cerrar.

Algunos podrán mantener sus blogs toda la vida, 6, 7, 8 años. De hecho, hay gente que lo hace. Yo no puedo, particularmente con éste, porque para mi tenía un sentido que ya no tiene. No es desencanto lo mío, es realidad. Pero por si fuese desencanto, me parece que es hora de empezar en otro lado. Puesto así, suena muy cobarde. Pero no nos olvidemos que a veces un héroe es alguien que no tuvo el valor de ser cobarde. Hay que tener cojones. Yo los tuve, y no me fue muy bien. No los tengo ahora, veamos qué tal me va.

Veamos si el ritmo, la cadencia de estos pasos (seguros o flojos), me lleva a alguna parte. Que no sea siempre la misma, o yo diciendo lo mismo. Que se abran otros caminos.

A los que me acompañaron hasta aquí, les mando un abrazo, un beso, y una florcita (en maceta).


Y ahora se me ocurre algo: Qué tristes los blogs muertos, esos que no se actualizan más.
Y ahora me acuerdo: Que voy a mudarme a otro, que ni en pedo pienso dejar de escribir, que sino me muero. Así que pronto, pronto tendrán noticias de mí... una postal desde otro lado.


Ahora sí, chau. Nos vemos.


Emilie



martes, 17 de junio de 2014

12 segundos de oscuridad


De toda la gente que hay en el mundo,
de toda la que llegaremos a conocer
(que es mucha)
hay pocas, por no decir una,
o ninguna quizás,
que llegue a entendernos de verdad.


Hay momentos de calor
o guiños cómplices:
Todo eso dura
apenas unos segundos,
que hay que aprender a disfutar.


En algún momento
llegará otra vez
la oscuridad.
Y la vaga certeza,
que dura 12 segundos nomás,
de que todo vuelve a empezar.





* emilie 

domingo, 8 de junio de 2014

Preguntas a destiempo


Ciudad. Nubes imprecisas, formas del agua yendo hacia a la nada. Vahos acuosos del sinsentido, todo es una mierda desde que te has ido. (o yo me fui). La gente en las revistas literarias de alta gama reclama la desaparición del signo de puntuación con el que comienza la pregunta (¿).

Ya se perdió en el chat, ya se perdió en los 140 caracteres de Twitter. Ya se perdió, verdad?? En las actualizaciones de estado del Facebook, en el "vamos al ciclo del virla??" y en el "venis más tarde???". Creo que se perdió también en mis propias preguntas. Y tal vez por eso siento que falta algo. Siento que te miento cuando te digo que no espero nada, aunque ya ni siquiera te lo digo. Ahora, todo lo que queda es esta costumbre inútil, tan inútil de dejarte ir. Ya no existen las preguntas completas, se mire desde donde se mire. Yo nunca te las hice tampoco: tenía miedo de las respuestas que pudieras darme. Lo que sí hice, en cambio, fue dar las respuestas por vos. Y vos?? Vos me dejaste que lo hiciera. Y eso, bueno... eso no voy a perdonártelo. (aunque haya sido mi culpa).

Fue mi culpa, porque en realidad nunca quise realmente que nos llenásemos de preguntas; no las hubiera soportado, detro de un bolso tan grande como el que llevaba a L.P.

Tuve que vaciar todo... o al menos, hacer el intento. ahora lleno mis días de otras cosas. Hago este gesto, este pequeño gesto de luz que titila y casi se apaga. Busco a tientas el signo de pregunta que me falta. Y después te digo:


¿Estás ahí?


Dice Julio Cortázar:
“¿Por qué tan lejos de los dioses? Quizá por preguntarlo. ¿Y qué? El hombre es el animal que pregunta. El día en que verdaderamente sepamos preguntar, habrá diálogo. Por ahora, las preguntas nos alejan vertiginosamente de las respuestas.



                                                                                                            * emilie.

lunes, 5 de mayo de 2014

Chico equivocado VII



Querido chico equivocado:

¿Quién va a saber quiénes somos, después de todo? Solamente nosotros dos. Y la gente que nos vea pasar, cuando caminemos de la mano por alguna vereda cubierta de hojas en La Plata, otra vez.



Llevo hojitas para tu libro de Pescetti, el que me enviaste en Octubre cuando todavía intentábamos – o creíamos – ser amigos a la distancia.


No sé si ese verano apenas nuestro, le duele a este incipiente otoño apenas mío (como dice esa canción de mi amigo músico Jorge Farall). Pero sé, secretamente sé, que vamos a volver a vernos, y podremos decirnos - por fin - las cosas que a la distancia no se pueden.


Graciaspor haber abierto una puerta, aunque esa puerta signifique que quizás nos digamos hola, o quizás tengamos que decir hasta luego, mi amor, mi gran amor.

Gracias por haberme inspirado un día para que estos dibujitos, hechos rápido en medio de tan poco tiempo, pero tantas ganas, nos representen a los dos.



Este blog empezó hace dos años hablando de nosotros, y así termina, por ahora.
Esta es mi entrada número 100.
Hace dos días que lloro, y no dejo de llorar.
En siete días me recibo.
Hace tres años que nos conocemos.
Hace tres semanas que no te veo, después de esos tres días hermosos
Ahora estoy pensando en vos.

Y en que, como dice Juan Quintero…







=)



*    *     * 



martes, 25 de marzo de 2014

Heima - Sigur Rós



Hace poco vi Heima, el documental de la banda islanesa Sigur Rós. Los escuché por primera vez en mi vida cuando vi la pelicula Vanilla Sky.  Siempre me llamó la atención la música que hacen, porque no parece música pensada. De repente suena como una unión perfecta de sonidos que surgen como en una especie de meditación. Y quizás por eso la música de Sigur nos hace entrar en pausa, sin importar el estado en que estemos. Este es un video de uno de los conciertos que brindaron:


El documental está basado en una serie de conciertos que hicieron en Islandia, cuando volvieron a su lugar de origen después de haber dado recitales alrededor del mundo, en grandes ciudades. 
"Heima" significa volver a casa.
Y hoy pensaba en eso. Utilizo el documental de Sigur para expresar una idea simple. Y no me refiero de la vuelta a casa como algo físico, sino al abrigo de lo propio. Magia de lo cotidiano,refugio del placer, a hacer las cosas que nos amparan.




Los conciertos en Islandia fueron gratis y asistieron familias enteras, pueblerinos, amigos. Ellos nunca avisaban el lugar donde sería, pero en pueblos pequeños y tratándose de esta banda, la gente se enteraba.



En estos dias algo introspectivos para mi, esta música significó mucho, y me parece apropiado para el momento emular las palabras de Sthephen Nachmanovith en el libro Free Play:

"Todo momento es precioso, precisamente porque es efímero y no puede repetirse, conservarse ni capturarse. Es cierto que se han grabado muchas grandes actuaciones, y es una suerte que las poseamos. Pero yo creo que las más grandes actuaciones siempre eluden la cámara, el grabador, la lapicera. Suceden en la mitad de la noche cuando el músico toca para un amigo especial a la luz de la luna, en el ensayo general justo antes de que se estrene la obra. Ninguno de esos momentos volverá a repetirse de la misma manera. Sucede una sola vez en la historia del universo".

Cada momento de la vida es único, dice el autor. Un beso, un atardecer, una danza, un chiste. Yo tuve momentos de aquellos, únicos, estos días. Heima. Después de mucho alejarme, siento que volví a casa.

domingo, 23 de febrero de 2014

Fragmentos de un discurso amoroso - Roland Barthes.

Antes de que comenzaran las vacaciones me compré Fragmentos de un discurso amoroso del respetable intelectual francés Roland Barthes. He de decir, con la mayor honestidad, que es uno de los libros que más me costó leer en este último tiempo. Y no porque presente algún tipo de complejidad teórica inaccesible... sino porque este libro lo que hace, literal y literariamente, es desmenuzar cada aspecto de la vida amorosa/romántica del ser humano, luego de haberla puesto en el microscopio, captando cada color, textura y momento de los diferentes estadios por los que pasan las relaciones del enamorado.

Lejos de recomendarla para alguien durante la sumisión en el estado amoroso (acaso no estamos todos, casi constantemente, enamorados de algo? aunque sea de nosotros mismos, algunos?) creo necesario captar lo que Barthes intenta explicar en cada uno de los pasajes, y después, OLVIDARSE DE ESO.

Digo que, a pesar de que él abarca con su teoría facetas del estado amoroso: el rapto, la espera, la desilusión, el recuerdo, el olvido, supongo que aún soy de las que piensan que hay algo que no logra abarcar el lenguaje y que no todas las explicaciones sobre lo que nos sucede a nivel interno las satisface el psicoanálisis. Podría decir que para eso tenemos la poesía, que también puede hablarnos del rapto, la espera, la desilusión, de una manera distinta - por supuesto - a la de la lectura académica.

Creo que quizás el mal de nuestra época, entre tantos otros, sea teorizar sobre el amor. Cosa que Barthes hace de manera brillante. Pero desde mi humilde postura de anónima en materia teórica, vengo a postular otras manifestaciones del estado amoroso que exceden lo que dice este libro. Puedo mencionar dos, el viaje y la creatividad. Puedo mencionar lo cálido y lo lúdico. Por supuesto que desde la perspectiva de un intelectual siempre habrá motivos que vendrán a desarmar estas manifestaciones, explicándolas (es decir, desarmándolas, deconstruyendo en partes) estos afectos ligados al amor utilizando teorías.

En definitiva, lo que ha de ser apreciado en la obra de Barthes, que es el entrañable análisis del discurso amoroso actual, a mi modo de ver es impecable.

Simplemente, no llevarse por eso, quitándole al sentimiento lo que tiene de sentimiento, en cuanto empezamos a pensarlo.

Buscando reseñas de este libro después de tenerlo he leído ésto:

Estar enamorado (en el más laxo e informal sentido de la palabra, es decir sin importar, no ya la respuesta positiva del amado, sino si el otro sabe siquiera de nuestra existencia) te da una razón para despertar cada mañana, para realizar tareas que en el fondo no querías hacer, para tratar de dejar de ser el despojo de persona al que estabas acostumbrado. El amor (o el deseo) como un motor para sobrellevar dignamente esta rutinaria y mediocre existencia. El amor como generador de sentido.


No creo que a Barthes se le haya escapado eso... pero quizás habrá dejado las cursilerías y las locuelas en su fuero interno. Barthes enamorado... es como decir Homero Simpson escribiendo un ensayo sobre un libro de Foulcault.

A continuación, algunos párrafos de este gran libro.



OBSCENO. Desacreditada por la opinión moderna, la sentimentalidad del amor debe ser asumida por el sujeto amoroso como una fuerte transgresión, que lo deja solo y expuesto; por una inversión de valores, es pues esta sentimentalidad lo que constituye hoy lo obsceno del amor.

En la vida amorosa, la trama de los incidentes es de una increíble futilidad, y esta futilidad, unida a la mayor formalidad, es sin duda inconveniente. Cuando imagino suicidarme por una llamada telefónica que no llega, se produce una obscenidad tan grande como cuando, en Sade, el papa sodomiza a un pavo. Pero la obscenidad sentimental es menos extraña, y eso es lo que la hace más abyecta; nada puede superar el inconveniente de un sujeto que se hunde porque su otro adopta un aire ausente, mientras existen todavía tantos hombres en el mundo que mueren de hambre, mientras tantos pueblos luchan duramente por su liberación, etc. ".

DEDICATORIA. Episodio de lenguaje que acompaña todo regalo amoroso, real o proyectado, y, más generalmente, todo gesto, efectivo o interior, por el cual el sujeto dedica alguna cosa al ser amado.

El regalo amoroso se busca, se elige y se compra dentro de la mayor excitación – excitación tal que parece ser del orden del goce. Calculo activamente si ese objeto complacerá, si no decepcionará, o si, por el contrario, pareciendo demasiado importante, no denunciará por sí mismo el delirio –o el embaucamiento en el que estoy aprisionado. El regalo amoroso es solemne; arrastrado por la metonimia voraz que regula la vida imaginaria, me transporto por entero en él. A través de ese objeto te doy mi Todo, te toco con mi falo; es por eso que estoy loco de excitación, que recorro las tiendas, que me obstino en encontrar el buen fetiche, el fetiche brillante, logrado, que se adaptará perfectamente a tu deseo.



ADORABLE

Encuentro en mi vida millones de cuerpos; de esos millones puedo desear centenares; pero de esos centenares, no amo sino uno. El otro del que estoy enamorado me designa la especificidad de mi deseo.
Esta elección, tan rigurosa que no retiene más que lo Único, constituye, digamos, la diferencia entre la transferencia analítica y la transferencia amorosa; una es universal, la otra específica. Han sido necesarias muchas casualidades, muchas coincidencias sorprendentes (y tal vez muchas búsquedas), para que encuentre la Imagen que, entre mil, conviene a mi deseo. Hay allí un gran enigma del que jamás sabré la clave: ¿por qué deseo a Tal? ¿Por qué lo deseo perdurablemente, lánguidamente) ¿Es todo él lo que deseo (una silueta, una forma, un aire)? ¿O no es sólo más que una parte de su cuerpo? Y, en ese caso, ¿qué es lo que, en ese cuerpo amado, tiene vocación de fetiche para mí? ¿Qué porción, tal vez increíblemente tenue, qué accidente? ¿El corte de una uña, un diente un poco rajado, un mechón, una manera de mover los dedos al hablar, al fumar? De todos esos pliegues del cuerpo tengo ganas de decir que son adorables. Adorable quiere decir: éste es mi deseo, en tanto que es único.


Lo intratable

Hay dos afirmaciones del amor. En primer lugar, cuando el enamorado encuentra al otro, hay afirmación inmediata (psicológicamente: deslumbramiento, entusiasmo, exaltación, proyección loca de un futuro pleno; soy devorado por el deseo, por el impulso de ser feliz) digo sí a todo (cegándome). Sigue un largo túnel: mi primer sí está carcomido de dudas, el valor amoroso es incesantemente amenazado de depreciación: es el momento de la pasión triste, la ascensión del resentimiento y de la oblación. De este túnel, sin embargo, puedo salir; puedo “superar”, sin liquidar; lo que afirmé una primera vez puedo afirmarlo de nuevo sin repetirlo, puesto que entonces lo que yo afirmo es la afirmación, no su contingencia: afirmo el primer encuentro en su diferencia, quiero su regreso, no su repetición. Digo al otro (viejo o nuevo): Recomencemos.


Los celos
Como celoso sufro cuatro veces: porque estoy celoso, porque me reprocho el estarlo, porque temo que mis celos hieran al otro, porque me dejo someter a una nadería; sufro por ser excluido, por ser agresivo, por ser loco y por ser ordinario.

viernes, 7 de febrero de 2014

Terraza 2



 -        Anoche soñé con vos – dijo Rocío. – “Soñé que dirigías un cortometraje en ese festival tan conocido de Chubut. Era en un primer piso, en una especie de terraza como ésta. Vos estabas ahí, tan lindo como siempre. Habías dado un par de indicaciones sobre cómo hacer una escena, y dos pibes, estudiantes de cine, hacían una pregunta para desacreditarte (no recuerdo cuál). Vos les sonreías sin ninguna condescendencia, y les decías que te dejaran proseguir, y capaz que así entendían algo. Fue buenísimo.
En algún momento, yo bajaba la escalera de caracol, para llegar a la calle, y vos para hacerte el gracioso me tirabas agua desde arriba. Yo te había amenazado con que subiría a besarte si hacías eso. Cuando cayó el baldazo, los dos entendimos que yo subiría corriendo, y vos bajarías de la misma manera, y coincidiríamos en el tramo exacto de la escalera que marca la mitad, para darnos ese beso. Pero algo falló en mi sueño, porque los sueños a veces fallan. Y resultó ser que yo subía emocionada, corriendo, de a dos, de a tres escalones. Los dientes ya no me entraban en la boca de tanta sonrisa, y el vestido empapado se me enredaba en las piernas, tanto que tenía que levantarlo. Yo recorría más de la mitad del tramo. Justo después de la mitad, sentía esa cosa fea. Vos habrías hecho un poco menos de un cuarto de escalera. Y cuando nos besamos, te sentí seco y distante, como si mi cara fuera una televisión… que está dando un programa que a vos no te interesa, y vos estuvieras al frente comiendo pochoclo o haciendo zapping”.

Joaquín la miró un instante. Ella tenía la cara pálida. Desde la hamaca paraguaya, había contado su historia con cadenciosa solemnidad, esa que precede a alguna noticia importante.

-         ¿Y no se te ocurrió pensar que era solamente un sueño?
-         No. Porque me desperté con certeza de realidad. Y comprendí el por qué de mi decisión ahora.
-         No podés tomar decisiones en base a un sueño.

Rocío sonrió, mientras alejaba con su mano un mosquito que sobrevolaba sus piernas. Él contempló la escalera de caracol verde por la que habían subido.

-         Nuestro problema es que pasamos demasiado tiempo en esta terraza – le dijo. – Entonces vos después empezás a soñar boludeces en el mismo escenario.
-         No podemos estar en otro lado – dijo Rocío - Vos no podrías.
-         Por eso te vas – contestó él. No lo decía para ella, ni siquiera se lo preguntaba. Era una sentencia para sí mismo.
-         Por eso me voy – coincidió ella.

Rocío esperó que él dijera algo más. Pero Joaquín tomó un trago de agua del vaso que había a su lado.

-         Besáme en la calle – le pidió de pronto Rocío.
-         Sabés que no puedo – le contestó él.
-         ¿Ves? – dijo ella - Televisión. Te falta el pochoclo nomás.

Bajó de la hamaca, poniendo sus dos pies en el suelo, bien apoyados y con cuidado de no tirar el vaso de vidrio. Agarró sus ojotas con una mano, y empezó a bajar las escaleras. No tenía ganas de llorar, quizás porque esto – que era la realidad – se parecía tanto a otro de sus sueños.

Cuando bajó a la calle, miró arriba, justo en el momento en que Joaquín desde la terraza volcaba el agua de su vaso, que cayó sobre la vereda. Un chorrito miserable a escasos metros de ella.

-         Es todo lo que tengo – gritó él desde arriba.
-         ¡Idiota! – le dijo ella, poniéndose las ojotas.

Joaquín comenzó a bajar las escaleras, corriendo. Ni Rocío lo vio completar todo el tramo de la escalera para besarla en la calle, ni él llego a tiempo para verla parar un taxi, decir una dirección e irse de su terraza, así, sin más.

martes, 4 de febrero de 2014

Para decir lo que quiero 1


Por si me olvido.
Pido en su justa medida
tu mirada, tu recuerdo.

Acercáte menos,
alejáte un poco.
Eso quiero.


domingo, 2 de febrero de 2014

Un poco de lluvia, por favor.







Alguien me robó la lluvia y se la llevó bien lejos. Como seducida por el principio de similitud, intento llamarla con un palo de lluvia, pero todavía no viene.
Tengo ganas de actualizar este blog desde hace días.
Tengo como siete libros para reseñar.
Pero no tengo ganas de hacerlo.

Estoy escuchando una canción de Thelonious Monk que me sugirió Grooveshark, y se me vienen éstas imágenes a la mente:

Pienso en la belleza.
Belleza de tus dos dientes de adelante cuando sonreís.
Belleza de tus rulos alborotados, de tus comentarios desparramados.
De la música que recordás, las canciones lindas
Y los temas estúpidos también.

Belleza de esa tecla que golpea incesantemente ahora en el piano
Como a nosotros nos golpean insistentemente otras cosas.
Esa teclita que suena es como la lluvia
Que estoy esperando.

Quizás con esta canción venga:





Bruscamente la tarde se ha aclarado
Porque ya cae la lluvia minuciosa.
Cae o cayó. La lluvia es una cosa
Que sin duda sucede en el pasado.

Quien la oye caer ha recobrado
El tiempo en que la suerte venturosa
Le reveló una flor llamada rosa
Y el curioso color del colorado. 


J.L. Borges - La lluvia (fragmento)






lunes, 13 de enero de 2014

Silencio. Habla mi blog.


Este blog a veces es silencioso, como su autora. A veces pasa días y días callado... no le gusta soltar letras así nomás. Sobre todo desde que aprendió que se escribe donde no se es, y se es donde no se escribe. Este blog también es filosófico. Filosofía barata, pero filosofía al fin.

Además le gustan las canciones. Particularmente ésta, para el día de hoy, le parece bastante adecuada. Aunque no llueva. Aunque no vaya. Aunque no venga. Aunque no.

Hay que quedarse callado a veces, si lo que se va a decir no es más hermoso que el silencio (ésta frase no es mía... creo que la frase con la que comencé tampoco, me parece que es de Lacan).

Pero este blog lleva días callado,así que se va a tomar un descanso de tanto silencio. Tiene ganas de soltar letras, aunque sepa que jamás podrían ser más bellas que ese espacio vacío tan bello.

Ahora mi autora, que está escondida entre las líneas de este discurso, me dice que no entiende por qué la gente no valora el vacío. A veces es mejor antes que llenarlo con algo, con cualquier cosa.
Creo que a Emilie le pone un poco mal que yo tenga que hablar por ella hoy... pero entiéndanla... las vacaciones pueden resultar estresantes también.  

De cualquier manera, les había prometido una canción... así que aquí va… no sé hacia dónde.