"Allá al fondo está la muerte, pero no tenga miedo. Sujete el reloj con una mano, tome con dos dedos la llave de la cuerda, remóntela suavemente. Ahora se abre otro plazo, los árboles despliegan sus hojas, las barcas corren regatas, el tiempo como un abanico se va llenando de sí mismo y de él brotan el aire, las brisas de la tierra, la sombra de una mujer, el perfume del pan".
Cuando me preguntan por qué libro de Cortázar se puede comenzar, siempre recomiendo éste. O quizás, Un tal Lucas. De cualquier forma, es imposible no enamorarse desde la primera letra. Entre su Manual de instrucciones (al que corresponde el fragmento al comienzo de este post) hasta sus Historias de cronopios y de famas, pasando por su maestral nómina de Ocupaciones Raras y un poco de Material Plástico, este grandísimo cronopio nos llena de alegría el corazón y nos dan ganas de cantar el canto de los cronopios, perdiendo lo que llevamos en los bolsillos y hasta la cuenta de los días.
Es imposible no enamorarse, como digo, de su encantador modo de ver la vida, de esos inventos suyos que nos sacuden de pronto el letargo y nos sugieren otras maneras de sentirla. Sea como cronopios, famas o esperanzas, Julio Cortázar nos invita permanentemente al juego, a la constante reinvención de una realidad nunca estática, a buscar los significados de las cosas que para nosotros tengan sentido.
¿Qué es un cronopio? Es la primera pregunta que nos hacemos cuando nos dicen que las historias a leer son de cronopios y de famas. La mejor manera de entender qué es un cronopio, un fama o una esperanza, es leyendo sus historias. No se necesita de una especial perspicacia para ir formando en nuestra mente el perfil de cada uno de ellos. Y no nos cuesta, porque de alguna manera existen en la realidad - aunque no en su género puro sino híbridos de ellos - cronopios, famas y esperanzas.
Pero si todavía nos quedan dudas, Cortázar dijo que “ser cronopio es contrapelo, contraluz, contranovela, contradanza, contratodo, contrabajo, contrafagote, contra y recontra cada día contra cada cosa que los demás aceptan y que tiene fuerza de ley”.
Aprovecho entonces para dedicar este post a aquellos cronopios que todavía siguen dejando los recuerdos sueltos por la casa, metiendo patas de arañas en los sobres, y repartiendo mangueras verdes, rojas, azules, amarillas y violetas. Porque como escribe Cortázar en Rayuela, “la gente que se da citas precisas es la misma que necesita papel rayado para escribirse o que aprieta desde abajo el tubo de dentífrico”. Y de esos, hay muchos.
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Dibujo de un cronopio por dibujante cronopio anónimo |